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Zaragoza, 1969

Montserrat Álvarez

Los relojes se han roto

 

En estos días de paro armado y carestía,

días de microbuses atropellados y de comensales

engullidos,

cuando hay tanta cerveza por beber,

en estos días, digo, en estos días,

la sangre y la cerveza derramadas

se suben a la frente con más sed.

En estos días en los que la muerte

es un adorno más para la vida,

las horas del futuro se han venido al presente;

los relojes se han roto, o se los han robado.

 

(de Zona Dark)

Ars poética

La poesía debe ser como el amor,

asunto raro de bichos raros de largos dedos

sensitivos

La poesía debe ser como el amor,

refinada y violenta

y que haga daño y muerda

sin llegar a romperse

ni a romper

Pero a veces la poesía debe llegar más lejos 

que el amor

y más lejos que todo

Y romper cosas

 

(de Zona Dark)

En Lima

 

En Lima no existen los perros anónimos

Todos sabemos sus nombres, sus caras y sus sonrisas

Los locos son nuestros camaradas en las calles de Lima

Caminan a nuestro lado, y hombro con hombro, y diente
con diente

En Lima hay un callado policía en cada esquina

y nadie sabe lo que alberga en su negro corazón secreto

En Lima muchos sabemos que las cosas también se

mueren,

que se extingue humildemente su pobre vida servil de cosas

En Lima todos sabemos que otros van a morirse mucho
antes que nosotros,

y que con sus ojos en los nuestros dirán:

“Hasta nunca”

En Lima los gallos cantan demasiado temprano, y bajo las
veredas hay ocultas

sábanas heladas como la noche de los hermosos cuerpos
solitarios

y las nubes son cúpulas de mármol en el horizonte

de los días de invierno

En Lima todos sabemos del sonido preciso del rechinar
de dientes, y hemos nacido cobardes hasta la
médula de los huesos

En Lima los microbuses llegan siempre cuando ya es
tarde y traen historia de fracasos en cada letra de
su recorrido

y nosotros nos sentamos para olvidar los paraderos y
meditamos en silencio y sin mirarnos a la cara,
porque en Lima

cada uno es poeta, y baila con su sombra como

única pareja, y prepara en secreto su voz de
medianoche.

 

(de Zona Dark)

Anacreóntica

El dulce licor que duerme en las cavas,

antes de convertirse en palabras sagradas

o en juegos de amor perversos,

de intolerable voluptuosidad,

antes de convertirse en electricidad en la garganta

del rey o el pordiosero,

sueña con grandes deleites y misterios,

con banquetes y desenfrenadas poesías,

con mares, con crepúsculos, con dientes y con lenguas

En el secreto abismo subterráneo acaricia su sexo

de fluida e insondable perfección

como un silente océano de fuego

 

El dulce licor que duerme en las cavas

alberga las palabras de un diablo cruel y alegre,

y por eso, en el hombre que lo beba,

hará nacer un ansia de intrépidos placeres

Del antiguo demonio que lo puebla

florecerá la risa depravada en el vientre

del más pobre y cobarde bebedor,

llenando hasta los bordes su trémula consciencia

como canto nocturno que se alce en las entrañas

de la tierra, o maldita y prohibida ceremonia

llena de blasfemias bellas y terribles

Y a nadie negará el dulce licor albergue

en su sombrío palacio: iguales ante él serán

buenos y malos, míseros y ricos, necios y sabios

–pues, como la Muerte, a nadie desdeña–

 

El dulce licor que duerme en las cavas

y sueña con carcajadas, con máscaras y con guerras,

conocerá glorias y desdichas, llantos, triunfos y risas

A muchos míseros regalará el don de quemar sus vidas

tan insensiblemente, de tan veloz manera,

que un día en su corazón confundirán

su última copa con aquella primera

que tomaran tanto tiempo ha

 

Nacerá el dulce licor imbuido de negra potencia

Erguido emergerá de su honda caverna,

desplegando sus alas hacia la implorante avidez de la tierra

Al mundo entregará en cándidos chorros

el prodigio recóndito del alma

que le insuflara ángel o demonio

para hacer

oro del estiércol y estiércol del oro

Le buscará aquel que nada teme, y también el cobarde

recurrirá a su magia revestida

por jaula de cristal, y al último,

al leproso,

al idiota, al ruin, al loco, al peor

de todos, a aquel de quien no se cuidan

ni los cielos ni la tierra, y sólo a él,

al que nada posea, ni siquiera

la mirada de otro mortal, ni pueda

ya caer,

obsequiará el más raro y secreto de los cielos

–ese horrible misterio que unge al triste mendigo

con la invisible gloria del abismo

Compañeras

 

La amenaza del amanecer

nos persigue, a mí y a esta mujer

Pende como una espada de Damocles

sobre nuestros pescuezos

Huimos de un bar a otro, de una sombra a otra

Esta mujer –no sé si ya lo dije–

está ebria,

completamente ebria,

y yo también

Tiene la borrachera de la locura metida en sus venas negras,

y me la ha contagiado,

aunque no siempre lo lamento

–luz subterránea–

Ríe, llora, folla

Abre su vagina a cuanta verga

pasa ante sus narices

Yo sé de su tristeza

De ella dicen: la Noche,

la Noche eterna

Cuidado 

 

Afuera el canto del gallo enciende la madrugada 

como un río de sangre de neón encabritado 

Afuera la oscura atmósfera se sobresalta se agita 

hendida por el silbido simultáneo de las fábricas 

rasgado agudamente su tejido / por los primeros ómnibus del día 

convulso su silencio trasnochado / por los potentes gritos de las aves 

Afuera los perrosparias enderezan su osamenta mirando los muladares 

siendo pateados sus huesos por matronas putrefactas que a toda costa defienden 

su kioskito, sus mesitas, su espeso hedor perezoso 

de pescado corrupto refrito en grasa rancia, 

alegre desayuno de estómagos paupérrimos 

También yo he despertado para siempre, 

después de un sueño revelador, señores míos, 

con los ojos tan abiertos que ya nunca podré cerrarlos 

con los cabellos tan erizados como el lomo de un gato enfurecido 

con los senos erguidísimos como cúpulas-estandartes 

con la hipertensión necesaria para enfrentar 70 inviernos juntos 

Aspiro la verdad que ha horadado mi frente la bebo a grandes tragos 

Huid de mí los que vivís en el engaño 

de las paredes protectoras cubiertas con bellos cuadros 

de las palabras rimbombantes sin consecuencias peligrosas 

Cuidado 

ahora me revuelvo contra todos vosotros 

contra el oprobio y la vergüenza de ser como vosotros 

con los dientes famélicos del perro muerdo la gruesa pierna que lo ultraja 

Cuidado 

ahora me levanto, apartando las sábanas; 

con mi cuerpo blanquísimo y desnudo 

rompiendo la penumbra de mi cuarto cerrado con tres llaves, 

Voy a abrir las ventanas y las puertas 

Voy a abrir las ventanas y las puertas

El profesor Bernheim

 

Había un profesor llamado Bernheim

Le gustaba mostrar a sus alumnos

─entre ellos se sentaba el joven Freud─

un raro experimento:

hipnotizaba a un hombre

para que hiciera algo sin sentido

media hora después

 

La clase continuaba

y al llegar el momento

el hombre obedecía

la orden del profesor

pero justificándose

mediante alguna excusa racional

 

Podía tratarse de una excusa tonta

Lo importante es que fuese racional

 

Para ti la razón es sólo eso

Nunca irás más allá

 

Funcionas racionalmente y te crees cuerdo

Imaginas que ves cosas reales

porque las ves con los ojos abiertos

y a cada paso tuerces el destino

cumpliendo las palabras sin sentido

de tu profesor Bernheim

 

Era un experimento fascinante

pero dejaba a todos una extraña inquietud

y el mismo profesor sentía un breve espanto

que los aplausos pronto 

lograban disipar

 

Para ti la razón es sólo esto

Soñar que estás despierto

Vivir fotocopiando gestos huecos

como un hipnotizado

y abrir los ojos el tiempo de un suspiro

tu suspiro final

Escucha

 

Escucha, pues es conveniente,

lógico y de sentido común

que en nada consideres mis poemas

ni mis transidas horas

Un poeta es la sombra de una sombra

Nada es excepto un sueño

A veces se arrastra por los edificios de oficinas

como corrector de textos, lustrabotas o portero

Las musas le visitan a horas inadecuadas,

haciéndole perder más de un empleo

Tropieza en las aceras, derrama las salsas, se mancha

de vino y de café, mastica

con la boca abierta, es monstruosamente necio

e indeciblemente perverso

Fuma y bebe en exceso

¡Es exageradamente torpe, amigo mío!

Nada tiene para darte, excepto

ciertos paganos esplendores de edades más luminosas, tal vez,

de cuando la luz de los astros

atravesaba los vitrales del Medievo

o de cuando en los bosques de Grecia

aún resonaba la lira de Orfeo

y, por supuesto,

más de un problema, y nada de dinero

Fórmula de la felicidad

 

«Vivere, Galio frater, omnes beate volunt».

Séneca.

 

Será preciso no poseer mirada

Será preciso callar cuanto se pueda

Ciertas palabras desembocan siempre

en lo que la palabra no domina

 

Os mantendréis derechos en la ruta

Evitaréis mirar a los costados

La disciplina os será necesaria

sólo hasta ser moldeados por el hábito

 

Haréis uso de voces astringentes

Comprenderéis que nada es importante

Os deberéis mover a vuestras anchas

como en estado de apacible alerta

 

Seréis inteligentes como nadie

a fin de no ceder ilusamente

a los engañabobos y promesas

de cuanto ofrezca mucha intensidad

 

La mucha intensidad en el placer,

igual que en el dolor, es enemiga

de la felicidad inteligente

Falsas son las ofertas de su terrible dicha

 

Si la Vida os dirige una mirada

demasiado directa y penetrante,

desviaréis los ojos cortésmente

diciendo «Señorita, estoy casado»

 

Y si en la calle os interpelara

alguien a quien quisierais llamar prójimo, 

desconfiad enseguida: es vuestro corazón,

no ese hombre ni el mundo, quien flaquea

 

Después todo os será fácil e inevitable

Cuanto os resultase arduo en un comienzo

os hará sonreír condescendientes

ante el tonto que fuisteis, y que ya no seréis

 

Será preciso creer lo que convenga

y desterrar lo contraproducente

Método y seriedad en esta práctica

harán del ser feliz algo automático

 

Si las ideas poco convenientes

intentan seduciros con sus mañas,

considerad que lo único sensato

es usar las ideas, no servirlas

 

Los engranajes de la maquinaria

de la felicidad mecanizada,

cuando correctamente programados,

borran del operario lo falible

 

Será preciso no albergar espíritu

Será preciso no alimentar un alma

Dormiréis mucho más de ocho horas diarias

De hecho, será preciso, a todos los efectos,

que no volváis a despertar jamás

Poema nostálgico para N. B.

 

Llegabas con el rostro agrio y desagradable

de quien juzga y condena al rebaño –¡nosotros!–

de ignorantes henchidos de indigesto saber

(quizá era exasperante, en realidad:

tanta ciencia, y tan poca)

 

«Extraño personaje», según me dije a veces

por aquel tiempo, en medio

de las categorías y los diálogos,

para entretener mis fatídicos ocios

La atmósfera era gris en el rumiar de los minutos

y dabas manotazos de ahogado en el tedio:

«¿Qué opinan de esto? ¿Qué piensan de aquello?»

Digo mal: en verdad, no te aburrías

¡Tanto desdén y, sin embargo, tanta fe!

Esto era de lo más curioso

 

Y así pasaste, como pasa el tiempo

–el pequeño, prodigioso enigma

de otra vida humana–, por mi vida

 

Contemplé este fugaz tránsito tuyo

con indiferencia en su momento

y sin embargo

Y, sin embargo, ahora he recordado

 

He recordado, por feliz asociación de ideas,

lo que posiblemente no recordarás nunca:

tantas insólitas posibilidades

 

¿Y si hubiera hecho esto?

¿Y si hubiera dicho aquello?

¿Y si te hubiera confiado…?

¿Y si…? ¿Y si…?

 

–ved cuán singular es la existencia humana,

cuán rica en potencia y cuán pobre en acto–

 

Llegabas en un tosco blue-jean, siempre fumando

Un rostro desdeñoso, agrio, severo

Era imposible en él una sonrisa

 

En una tarde gris me preguntaste

–el pasillo bullía de alumnos liberados–

cuál era mi opinión sobre Aristóteles

Debes recordar esto

 

«Prefiero a su maestro», respondí

Y entonces sucedió algo extraño y perfecto

Dijiste: «Yo también», y sonreías

 

Y, ¿cómo te diré esto que te digo?

Nos separamos al llegar a la escalera

–la timidez, el hábito, el orgullo–

 

He recordado esa tarde gris de otoño

–(me molesta el banal encanto de esta frase)–

no tanto con nostalgia de esa tarde para sí (ríe

de mi jerga hegeliana, si quieres)

cuanto de lo que ella era en sí

antes de separarnos por distintos caminos al alcanzar la escalera

–tú al salón de profesores y yo a la hemeroteca–

 

Nos separamos –como lo hacen todos

permanentemente, en medio de las breves

horas de la vida–

al llegar a la escalera

 

Y antes del azar o de la volición de aquellos pasos,

esa tarde era en sí, y ya no es

–pues las circunstancias, al cambiar, destruyen

no tan sólo el ser en acto, sino también la potencia–,

otras tardes parecidas, o distintas

 

Era una tarde gris que ahora recuerdo

no tanto con nostalgia de lo que ella fue

cuanto de esas otras tardes que tú ignoras

porque sólo pudieron haber sido

 

Hago de ella un símbolo

de la extravagante condición humana,

que en cada realización de lo posible

genera lo imposible, aniquilando infinitos,

por siempre incógnitos mundos,

enterrando en el pasado inconquistables futuros

Tomates

 

¡Tomates! ¡Tomates! Hijos de la sangre

Grandes nabos, blancas

fibras de la luna

Espléndidos apios, locos de remate

Amo vuestra dulce vocación canora

de llenar de bocas más de mil y una

en la oscuridad de las altas horas

De verdes anhelos está llena mi alma

–de jugo de berros, de sangre de palta–

De los entremeses, los engañabobos,

la cola del pato, la boca del lobo,

el huevo del dodo y el del avestruz,

la vaca sagrada que hunde su testuz

en la fuente ansiada –la transustanciada

sangre de Jesús–

Abrid vuestras bocas hambrientas, hermanos,

al maná que blanco tiembla en vuestras manos

al maná de ciegos y de comedores,

al maná de cojos y devoradores

Abrid vuestras bocas hacia este futuro,

extended a él vuestros brazos duros,

que a nuestros estómagos enormes y magros

llegarán celestes, oleosos milagros

Tregua

 

En una tregua de la Eterna Lucha,

Satanás conversaba con un ángel

Servían de pretexto mil y una nimiedades

habituales entre seres que sostienen

una relación cordial, mas no demasiado estrecha

Ambas potencias se hallaban distraídas

en aquel momento de reposo,

por lo cual su mirada, de ordinario más atenta,

no advirtió la presencia de quien, por accidente,

pudo presenciar tan singular encuentro

(y que había sido hasta ahí llevado

merced a los grandes poderes del sueño)

 

–Era el tamaño del testigo humano,

dicho sea de paso y en descargo

del descuido de ambos interlocutores,

en relación al de éstos

igual que el de una pulga es al de un perro–

 

Decayó el diálogo en cierto momento

El Maligno se sumió en algún complejo enigma

Guardó el ángel discreto silencio

 

«No sé qué me sucede últimamente»,

confesó al fin Satán

Su acento reclamaba mayor intimidad

«De un tiempo a esta parte –prosiguió–,

la comisión del pecado me produce

cierta incomodidad inexplicable»

 

El ángel no parecía sorprendido

«Es natural –replicó–:

estás volviéndote viejo

Tu conciencia te pide el descanso

al que tiene derecho,

pues, débil ya, se ha vuelto

vulnerable a los remordimientos»

 

Interrogóle entonces Lucifer:

«¿Me vuelve menos malo la vejez?

¿Debe ser entonces, según tu concepto,

bueno envejecer?»

 

Y sonreía su terrible rostro

 

«No lo es», suspiró el ángel, «no lo es

Envejecer no es bueno para nadie

Ni para ustedes

Ni para nosotros»

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