
María Emilia Cornejo conversa con una muchacha: un poema de Juliane Angeles
Este poema fue leído durante el Taller Itinerante de Escritoras Peruanas en el Muntref el pasado 1 de marzo de 2019.
Vivo de dar explicaciones
Vivo de dar explicaciones. Lo que dicen de mí se acrecienta en mis oídos y en mi sexo. Los miedos milenarios pugnan por salir ¿Por qué tengo que seguir rindiendo cuentas? Ya nadie respeta mis decisiones, mis poemas, ni mis orgasmos. Me llaman bruja, y todavía soy motivo de análisis y polémicas. La hija extravagante y loca que hay que rescatar.
Van a analizarme.
Si se me da por hablar del goce y del cuerpo en los setenta en el Perú,
van a analizarme.
Dirán que soy la otra,
la muchacha buena de la historia,
la que fantaseaba con ser la mala,
la que escribió soy la mujer que lo castró con infinitos gestos de ternura y gemidos falsos en la cama.
Porque la castrada siempre fui yo,
nosotras,
las inconformes,
las de la culpa,
las de la moral,
las reprimidas.
Y así, solo así,
lo comprenderán.
Que establecí mi cuerpo como quise.
Pero lo que manifiesto no les es suficiente.
Mis senos como dos frutos no les son suficientes.
Mis gemidos falsos en la cama no les son suficientes.
Un cuarto por tres horas no les es suficiente.
La vieja cama y el colchón de paja no les son suficientes.
Una mata de tu pelo entre mis piernas no les es suficiente.
Las mil formas del amor no les son suficientes.
Tus labios en posesión de mi sexo no les son suficientes.
Saber con exactitud las dimensiones de tu falo no les es suficiente.
La inocencia de mi cuerpo no les es suficiente.
Descubrir que el amor no siempre necesita un lecho de rosas no les es suficiente.
Abrir las piernas sin chistar no les es suficiente.
El hijo que perdí no les es suficiente.
El rubor de mis mejillas no les es suficiente.
Mi pubis ardiente e insaciable no les es suficiente.
Desnuda no les es suficiente.
Ni mis lentos orgasmos.
Ni mis silencios,
les son suficientes
¿Las calles de Lima todavía te aguardan para gritarte en la cara?
Estas son las respuestas que no llegué a pronunciar.
No tuve tiempo de ir tras el sol, tras los pájaros.
Muchacha, me has encontrado en la mitad de todos mis caminos.
Muchacha, cuando pienses en mí, recuerda:
cada palabra mía es un grito desgarrador.