Lima, 1944
Enriqueta Beleván
Nacemos y somos
con nuestras dos manos
navegando el pozo
aparecido
la luz rasgando
los ojos hacia dentro
la piel la sombra.
El sonido de la piel
abre mis ojos.
El recuerdo es la piel
que cubre tus mejillas.
La sonrisa de la piel
es un sonido.
Las hojas
caen
como
las almas.
Las hojas
de tu carta
son
de seda.
El aire
de la noche
es muy caliente
todavía.
La ventana
semi abierta
las distiende
apenas.
Cuando las palabras
comienzan a sonar
silencios
notas suspendidas
accidentes
deshabitar a ciegas
la memoria
apretar las manos
contra el aire
devolver desde adentro
atenerse a todo.
Contar los gestos
repetir las imágenes
dejarlas quietas
desvanecerse
en el
descanso vacío
de los huesos
o en el
silencio de la oscuridad
transparente
solo un catre pelado donde arrojar los huesos
La puerta
que da
al mar
se deshace
al tacto.
Veo desde
aquí
la arena
sin huellas
de tus ojos.
Vine a buscar esto que camina.
He entrado a una habitación rosa
donde tú eres de ceniza y mueres.
Palpo la sombra que atenúa el dolor
los huesos bajo la piel de tus pies
entumecidos.
La esterilla de una silla rosa,
las flores de vidrio, los ojos
de los niños negros.
Me miras y tus ojos desmesuradamente
abiertos son los de ellos sin ninguna
sonrisa.
*Estos poemas inéditos fueron publicados en la revista de poesía Tocapus (1993-1995) cuyos editores fueron los poetas Orlando Granda, Pablo Landeo y Willy Gómez Migliaro.
Breve carta de amor y despedida
Tú lo sabes.
Yo repito tu nombre casi siempre
cuando miro para adentro el sol de invierno
que deshiela mis dedos y mis ojos.
Yo dibujo en espirales sin fin la soledad
apacible que atisbé de ti o el silencio.
Si te golpeé beso cada extensión adolorida de tu cuerpo y yo sé que te golpeé
y que te beso.
Pero igualmente sé que en la ruptura diaria
de lo que diariamente fuimos construyendo
está el único gesto que quiero que recuerdes,
como el leve roce de un segundo en las cosas
abiertas y vivientes que queremos como un levísimo toque de impulso
en las alas cerradas
o en muerte.
Poemas de la Bella Pájara Hornera
Pier Paolo
Rostro destrozado entre los cristales.
Trazas un signo y es nada frente al viento
que puede ser cruel en una ciudad desguarnecida.
Muerto de tristeza el día te descubre
con el cráneo deshecho por un adolescente.
Pero entonces un signo es más
que un conjunto de signos dibujando
las cosas innombrables
y la tarde o la noche son del color
del mar sobre tus manos celestes.
Primera entrega
Sombra celeste
ángel quebrado
polvo en mis hombros
me has dejado inmóvil,
has detenido el vuelo de mi cuerpo.
Las piedras de la calle
hieren mis pies,
Calles extrañas estas
donde no he venido a encontrarte.
No hay lluvia que detenga
la sombra celeste que corroe
los tranvías se pierden
las ventanillas se cierran
las piedras de la calle duelen.
Llegábamos sin tocarnos
Llegábamos sin tocarnos
y todo el aire eran nuestra manos
y nuestro cuerpo vacío
detrás de la sombra de cada uno
nada se volvía
la voz era como el aire mismo
dentro de nosotros totalmente.
Algo se agita
Algo se agita y reconoce en mí
como perfecta la dicha.
Revela más que mi corazón
al margen
de todo mi cuerpo
como un agudísimo dolor
en la garganta
como los ojos abriéndose a las tres de la
mañana
como un pequeñísimo grito de
nostalgia
clavado en Agosto.
Refugios
nada ha de protegernos ya.
Sobre la lluvia
el hermoso ignorado canto
del ruiseñor mecánico.
es el último refugio
la sombra inmensa de nuestros brazos cerrados.
Él me detuvo en el momento exacto
en que empecé a quitarme
lentamente los ojos
tan despacio y tan lejos
que apenas se escuchaba
el aullido que iba doblándome
las piernas y las manos
sobre las alas enormes
que lo cubrieron todo
que impidieron custodiantes
que se me abriera el cielo.
Tilsa
Madre de las dunas
el sol reposa en todo
lo azul que envuelve
tus brazos tu mirada.
Perfecta has escondido
la huella de tu origen
para que solo el silencio
pueda verte madre azul
y el aire entre las dunas.
Poema al estilo de una canción de Bob Dylan
Porque ya ni puedo ir
a un teléfono público y pensar en ti,
ni recostar mi cabeza
en los árboles y las telarañas
de la Ciudad.
Porque ya no puedo buscarte
bajo las piedras
como la tarde del mundo derruido
detrás de unos lentes oscuros,
ni puedo soñar con una taza de café negro
entre tus ojos rosados.
Porque ya no puedo hacer otra cosa
que retener en la punta de las pestañas
algo
como un mal pensamiento infantil,
y echarme a andar
solitariamente protegida.
Tan cierto es que la vida es breve
como el rocío en la mañana
Rashomon
Debajo de un velo miramos
la inmensa lluvia
intocada.
La pequeña mano que
juega en el lago
sujeta tu mano.
El mundo no es la mañana que sepultamos día a día
no lo que oprime mis hombros.
No es lo que me aprieta y me retuerce
ni es tampoco el llanto que empapa mis manos.
Yo sé que el mundo es una soledad inmensa
y que todo está sembrado de árboles altísimos y grises.
Yo sé que todo esto y ya no me destruye la ventana abierta
ni el humo ni las palabras, para apagarnos la voz,
que repetimos constantemente.
Nada me quita todavía la capacidad de abrir
diariamente los ojos,
y recojo suavemente mi cuerpo y te escucho.
y eso es bueno y no importa si todo en el minuto siguiente
se me vuelven a repetir gritos antiguos.
Hablándote sin hablar
leo o trato de leer y de
mirarte hablarme.
Te dibujo frente a mí
y solo yo estoy segura
de no estar sola.
Soy yo también la que retiene
el dolor sin nada más que mis ojos.
Aquí estoy reclinada en ti
a millones de millas
de distancia.