Lima, 194
Rosina Valcárcel
PEREGRINO
(Sendas del bosque, 1966, La Rama Florida)
¿Cómo a mis huertos llegaste
donde antes nadie arribó?
En aquel bosque antiguo
donde la alondra hace infinita
el alma de la tarde,
Peregrino halló mis huertos.
El Caminante en el bosque
siente abrirse
la primera flor del día.
Una mujer canta
en medio de sus muertos.
Peregrino avanza hacia la luz.
Corté mis cabellos
(Navíos, 1975)
Corté mis cabellos
para que no me amaras
amor
te regalo mi cuello y mis orejas
y los senos también
por si te pareciera poco
cuídalos hasta la próxima estación
del año
mientras cabalga solitaria
la otra mitad de mi cuerpo
11 de setiembre
(Navíos, 1975)
Lunes
seis de la tarde
Amaranta está enferma
y no dan el Gordo y el Flaco
La televisión
prefiere el fútbol
11 de setiembre
y siguen matando en Chile.
Acorralados
(Una mujer canta en medio del caos, 1975-1990)
(a la manera de Rosario Murillo)
Pienso en nosotros que hemos exigido a la vida
La noche perfecta / la obra de Miguel Ángel
El aria de Mozart / los amores de Simone et Sartre.
Hablo de nosotros / los muchachos
Que hicimos la revolución
A nuestra manera / ojos enrojecidos
Volante al arriero / arenga al mar.
Los obstinados que volvimos a construir puentes
Dando vivas al Che, cantando Yesterday
Y La Internacional
Hoy acorralados / sin partido
A fines del 90 / nos desconocemos.
El asunto compañero no es simplemente
Esperar las señales como quien palmea
En silencio a mamá
Ni sólo tejer pop art / manos alzadas
Amor y rebeldía es subvertir las costumbres
Inventar armas / tribus / granitos de arena
Como este leve rastro solar.
En enero caen las flores de la madreselva
Y la impotencia
De esta mañana.
Esquizofrenia
(Loca como las aves, 1995)
Cuando Darío sonreía (su huraño rostro de fakir)
me iba envolviendo en muecas extrañas hasta liarme
en ellas. Sus manos temblorosas transpiraban y sus blancos
dientes eran colmillos agazapados para asir sólo la sangre
de mi cuello inmóvil y saciar su deseo animal: febriles
movimientos de leopardo, oscuros espasmos intermitentes.
Lejos, en azules jadeos de sirena embrujada, mi devorado
cuerpo sucumbía.
Entregada al ritmo de su lengua de hierro, fui una simple
planta veloz y casi redonda. Un ruido cercano me volvía
a la realidad, pero él, invertido en sigilo y brazos
imperiosos, quedaba abismado en nocturna eyaculación.
El macho cabrío reía obsceno.
Así descubrí el humor negro de su cuerpo vacío
desbaratando mi corazón y la ingenua lámpara del techo.
Mi lira hecha cenizas bajo el cielo sombrío.
Tristán e Isolda
(Loca como las aves, 1995)
I
Acudió a descubrir el origen del caos
La voluptuosidad de los ojos sagrados
El misterio de la luz solar
Está encantada en el recinto de las ninfas
Donde Tristán dibuja su cuello
Por algo que no sucedió
Isolda tiene frío en las manos y espalda
El acerca su pincel luminoso y la cubre
Con sus ojos prohibidos
Iniciando el rito
Y por azar beben el filtro del amor
Ella insensata desea el rocío salvaje
El otoño brumoso y la dulce melodía
Tristán el sabio juglar no se deja oír
Isolda se refugia en sus ojos sin sombra
Imaginando el fruto dorado
La última sonrisa
Pero Tristán debe partir
Y para ambos todo tiempo es cruel
II
Ávidos de los placeres
Los de la creación y los ojos libres
Isolda y Tristán
Luchan contra el reloj de arena
La leyenda no es suficiente
El sueño en el bosque peligra
El encuentro bajo el pino
Donde pálido suspira Tristán
Sin entender sortilegios de Eros
El largo viaje atormenta
La sal de sus ojos a la deriva
Cuando esté navegando
Le arrojarán piedras a la musa de las blancas manos
Como a una reina perdida en el fondo del mar
Pobre Iseo desquiciada sin corona
Amando el oculto poder de Tristán
El instante de sus ojos elegidos
Ramas de avellano y madreselva
Espejo de mediodía anuncias
Fuego apartado / cítara muda
Un gallo incendia la oscuridad
Isolda desaparece arrasada
Poema chino
(Paseo de sonámbula, 2001)
al modo de Guan Hanqing
Postrado en la cama
mi esposo está muerto
Lamento su aspereza
mas a él vuelvo la débil mirada
De vez en cuando me quejo
Al mediodía le regaño
y en la noche le celebro
¿Quién acecha mi habitación?
Detrás de la puerta
casi todo está en calma
menos este poema de amor
que leo
demasiado tarde
Carta surrealista
(Contradanza, 2013)
El amor está en la tierra. Solo tu cuerpo y el mío, solos.
Los astros palidecen al vernos. Solo tu cuerpo y el mío.
Nubes de ámbar. Otra vez es noviembre y el amor renace
de mis entrañas. Rojo, debe ser rojo, y no me quejo. Los
trenes pasan y tu llamada tarda. Una mano invisible
levanta mis faldas y la piel relincha como yegua en celo.
Por ti perdí la realidad. Roedor de fantasías, no me dejes.
El mar de tu lengua ciega, mis lágrimas y el tabaco. Mi
amor espera una abrupta respuesta. Sólo tu cuerpo y
el mío, solos. Adivino claveles y violines en tu corazón
negro. El mar de tu lengua y otra vez el fuego. El río
quiere apagar esta ola y no puede. Y estas ganas locas
de ser lluvia y deseo, verso nacarado o triste melodía. La
fuente y el Sol penetran en la penumbra, penetran entre
mis piernas. Y ascendemos hacia nuestro viejo castillo
destartalado. Es el parque Santos Dumont; ¿te acuerdas,
mi amor? Me amabas en silencio y las manzanas eran otra
historia. Dame ayahuasca, ángel arcano. Si volviéramos
un instante, sólo un instante, cuánto daría. Qué senda
nos separó, qué confusa senda. Nunca te he conocido,
Escorpión. ¿Y, tú, me conociste, acaso? Hay que llevar al
Amor hasta el absurdo. Y tus palabras, ¿y tus palabras?
“Me iré cuando te hayas calado, amor mío”. Torpes y
solitarios eran nuestros corazones. Y me preguntaba por
qué tenías miedo a las hojas del jazmín. Y me preguntaba
por la Revolución, los bolcheviques y el barrio de San Eugenio.
La belleza del mito me tocaba, solo la belleza
como nuestros cuerpos errantes y desnudos.
Mi padre con un círculo rojo
a Gustavo Valcárcel
Sus pulcras manos obstinadas eran efecto de los sueños
La playa o metamorfosis de su propia memoria
Lima, los toros, Barranco, el mar, las tardes
Amó a Quevedo en la noche cuando nadaba junto a los
delfines
Al inicio fue un gallo
De muchacha, mi padre me despertaba al clarear el día
Él tenía entonces cabellos oscuros y ojos de diamante
Se perdía en los puertos al atardecer al encuentro de Vallejo
Bebimos aguardiente una mañana en los años 70
Y reclamé: — ¿Por qué eres tan callado como el búho?
Naciste desierto, eres espejismo y te alejas bajo el sol
—”Se está acabando el pisco -me dijo alarmado- y
aún no llegas al meollo”
Habla, repliqué
Mas mi padre calló y pensó en Góngora
Él era alcohólico y solitario
Una mágica pluma escribía
Sonetos excelsos y cantares a los obreros
Sus brazos dibujan anhelos del porvenir
Sus labios ebrios inventan narraciones antiguas
Pueblos fantásticos cantan a Machado
Apura gota a gota su optimismo
Al caer el Muro de Berlín registra:
– “Qué dolor, y ni un solo disparo”
Y al llegar al ocaso de los países del Este
Danza un tango con la muerte
En 1992 desorbitada hago una jugada de alfil
Y exclamo:— Hoy no puedes partir es Primero de Mayo
Día del Proletariado, natalicio de mamá y mi cumpleaños
A las pocas horas resucita el elefante herido y pregunta
— “Aún es 1° de Mayo? Vengan pronto” y nos abraza
Entre rosas rojas, llantos, suspiros
Al recuperar mi color siento la tibieza de su niñez oscura
El tiempo del piano / La transparencia de su piel morada
Solo parte al Olimpo a reunirse con sus camaradas poetas
Con quienes caminó muy junto y rumbeó largas noches
Al final fue un gallo rojo
Entre libros y música de Bach
a Gastón Ibáñez Manchego
La pradera reverdece entre libros y música de Bach
La cabellera de Giralda
Y el esquivo animal cobrizo del mar Mediterráneo
La oscura madrugada desciende febril
Perenne el ojo del sol / el desierto crece
Junto a las golondrinas de julio
Mientras tú, amigo, caminas en el puerto Colón
Y te llega brumosa la melodía del barrio
Cerca a Xavier y las arenas del capitán
Un barco de papel se inclina
Un muchacho hindú se desnuda al son de las campanas
No hay tregua
Violeta
(Contradanza, 2013)
Sonríes en el daguerrotipo que congeló tu imagen
THELMA NAVA
Tuvo que resistir toda su existencia
Tuvo que ser mujer-musa
Y compartir
Apenas lenguajes íntimos en el hogar de México
El temor y el coraje de vivir / morir
La vida tan ardua y tan simple
La muerte frágil abre el capullo último
Leve se ilumina
La foto sepia que escrachó su perfil
Y no se le ha caído el corazón
Testigo impar de viajes, ideales, hijos
Las cejas escriben designios que sus ojos no dejan ver
Lo que Violeta insinúa en esa faz gitana
Es el fuego
Segundo extasiado para la inmortalidad
Es la gloria / una alucinación