Lima, 1960
Rossella Di Paolo
La noche oscura
(de Piel Alzada)
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
San Juan de la Cruz
En una noche oscura
seis cajas de libros, un vestido, la máquina
de escribir con ansias, en amores inflamada.
Mi madre gritando en la escalera, mis hermanos
los pelos arrancados
¡que no lo sepa nadie!
¡oh dichosa ventura!
una mujer sola, en Lima, qué dirán
salí sin ser notada
qué dirán: puta en cierne
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
en un taxi negro hacia otra habitación
sin otra luz que mi rabia por vivir
y escribir lo que viviera
y esas clases que dictar ajustándome a la lengua
lo que en el corazón ardía:
una mujer sola, en Lima, qué dirán
qué dirán, puta en cierne.
Puta con burdel tapizado de libros
mi cama de combate con tantas palabras que poner
y enderezar
el poema en mi cuello
y todos mis sentidos suspendidos.
Todos no, que allí tuve yo los ojos para verte
de lejos la cabeza, tu adelantada frente
oh noche que guiaste la habitación al lado
oh noche amable más que el alborada
hombros bravos de toro, suaves ojos de toro
oh noche que juntaste
su risa con la mía, su leche en mi café
amado con amada
y el beso en el abismo, los círculos de fuego
amada en el amado transformada.
Quedeme y olvideme
el rostro recliné sobre ti
el rostro, el vientre, los muslos…
Cesó todo y déjeme
dejando mi cuidado, el llanto del domingo,
la honra de mi casa
todo
entre las azucenas olvidado.
Esferas
(de Tablillas de San Lázaro)
No es sólo el taciturno caparazón en que te guardas
como en un cuarto oscuro donde yo no podría entrar,
es el espeso oleaje que te encierra mejor
es la arena y sus minúsculos laberintos, los sargazos
que me sujetan mientras huyes
¿cómo saberlo? ¿a quién preguntar por estas cosas?
¿a la piedra oculta bajo la piedra del mar?
Tiéndeme tus manos,
que sobre sus líneas llegue como a través de mapas
a los suaves territorios que defiendes.
Arrójame astrolabios, sextantes, rosas de muchos vientos
pero no me dejes aquí, en este borde,
aterida entre los fuegos que no alcanzo a encender
si no me miras.
Sal si puedes II
(de Tablillas de San Lázaro)
Vivo en la casa de la poesía.
Subo despacio sus escaleras
y también, saltando, las bajo.
Me siento en la silla de la poesía,
duermo en su cama, como en su plato.
La poesía tiene ventanas
por donde se deja caer
mañanas y tardes,
y bien me cuelga una lágrima
bien sopla hasta tumbarla / Con esto
quiero decir que trae
curitas y heridas
en la misma canasta.
Yo quiero tanto a la poesía que a veces creo
que no la quiero / Ella me mira,
mueve la cabeza y sigue tejiendo
poesía.
Como siempre, me quedará grande.
Pero cómo decirle / cómo decirle
quiero salir / quiero freír
honestamente mis espárragos…
Ya la veo alcanzándome
con su botella de aceite
y su loca sartén.
Ya la veo,
con su atadito de espárragos
saliéndole de la manga.
Ah su frescura / su fulgor desordenado
y el demorado compás con que me cerca.
Y yo me rindo / me rindo siempre porque vivo
en la casa de la poesía / porque subo
las escaleras de la poesía
y porque también las bajo.
Oración a la ballena
(de La silla en el mar)
Blanca santa
madre dolorosa
alma atravesada
por mil lanzas de hierro
cuando asciendas al cielo
como una montaña
llévanos empapados en tu estela
a los pobres de Nantucket
pecadores del Pequod
no nos dejes en la superficie
navegando nunca más
en la lengua abrasante de Ahab
en sus ojos hervidos
en su desvelado resquemado muñón
contra cubierta
muérenos ya descánsanos
madre dolorosa
en las seguras altas nieves de tu seno.
Una esposa en el puerto
(de La silla en el mar)
En el balcón estará revolviéndose el mar
como un animal limpio en el tendal al sol
batiendo sus mandíbulas
a jalones lo entraré en el cuarto
con estas manos
alisaré sus grandes olas sobre las tablas del piso
entre barreras de coral mis pies como entre torres
y plazas de rodillas por tumbos y bajíos
hasta dar con tu cuerpo resplandeciente
digo:
no caerán los párpados para este sueño
ya podrá venir el desaliento
su bruma su corona de piedra para mí
lo esperaré con los ojos abiertos
jalando hasta la última punta del mar
alisando cada pliegue del mar
si es preciso para hallarte
mi Ahab, mi amado.