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Lima, 1950

Lucía Charún-Illescas

¡Ay, Niña Caramanduca!

 

María tiene en los labios un dulce canto de nana
y en las manos dos palillos que tejen alas de plata

¡Ay, niña caramanduca! ¡Ay, mi negrita valiente!
calla esa boquita de maní, cierra ese ojito de almendra

Con pedernal y azabache la frente te voy a sobar,
para que nadie te robe la voluntad de luchar

Duerme ñizca de chancaca, duerme mi ajonjolí,
con tus alas filigrana serás estrella fulgente.

Serás agua de candela, serás tierra de vendaval.
Te estoy tejiendo dos alas, dos alas de libertad.

Duerme, duerme, duerme

Juanito Pejerrey

 

Hoy les contaré el cuento

de Juanito Pejerrey

que perdió espina y escama

por ser muy desobediente

 

 

A Juanito Pejerrey 

su madre mandó un recado: 

tu abuelita está enferma

y ayer no probó bocado

 

 

Llévale esta panetela, 

hazlo con mucho cuidado, 

y el pejerrey prometió

cumplir rápido el mandado

 

 

En la playa de Agua Dulce

nadaba el Gran Tiburón

con su gorrita de lana

y su truza de cartón

 

 

Harto el Tiburón

de comer siempre pescado, 

por el plato de la abuela

su gran reino le ofreció

 

 

Un palacio de coral

minas de perlas rosadas

una carroza enjaezada

con caballitos de mar

 

 

Una capa de terciopelo

un trono de concha y nácar

y la corona real

que a Juanito le hace falta

 

 

Juanito Pejerrey, 

abrió la cesta de yuyos

y le dio al Gran Tiburón

el manjar que no era suyo

 

 

Largo hilo con anzuelo

bajó del cielo al momento, 

lo enganchó de las agallas

y aquí se acabó este cuento

La Mazamorra Morada

 

La Mazamorra Morada

se lava con jabón la cara, 

se echa polvos de canela

y sale para la escuela

 

Temprano por la mañana

camina por la alameda

cruza al puente de madera

que está sobre el río que habla

 

¡Mazamorra, mazamorra! 

¿Quién te pintó linda tez, 

tan oscura y delicada? 

preguntan las cañas bravas

 

La Mazamorra Morada, 

sin detenerse contesta: 

tengo una antigua receta

en mi mochila guardada

Negro Gato Malatinta

 

Negro Gato Malatinta

del Perú viajó hasta Angola

a visitar a su abuela

que vive en una casona

 

Primero se fue al Brasil

nunca aprendió portugués

y el día del Carnaval

gastó su último real

 

En la noche sintió hambre

pidió una feijoada, 

como no tenía dinero

le sirvieron pan con nada

 

Finalmente llegó el barco

que lo llevaría a Angola

a visitar a su abuela

que vive en una casona

 

En el puente de abordaje

buscó el ticket rosado

que lo tenía guardado

en la suela de un zapato

 

Como tenía cuatro

uno para cada pie

demoró en encontrarlo

y el barco zarpó sin él

 

Negro Gato Malatinta

se fue nadando hasta Angola

a visitar a su abuela

que vive en una casona

 

llegó una vida después, 

de regalo le llevaba

una cinta anaranjada

y un corazón de papel

Fragmentos de Malambo (2001)

 

“En la orilla equivocada, cerca de los corrales del ganado y las tierras de cultivo, y en las faldas del cerro San Cristóbal surgen las casuchas miserables del Arrabal de San Lázaro, y las aguas del Rímac les repiten a las tsacuaras esos relatos que el viento pasea por los maizales y los campos de algodón. Suave llega el susurro a los sembrados de lúcumas y se mece entre los chirimoyos y el pacayal. Aunque tengan la apariencia mansa, esas aguas saben desbordarse a gritos. (…) En Malambo, el Rímac se codea orondo entre libertos, cimarrones y esclavos de mala entrada que lo escuchan desconfiados pero que, al enterarse de lo que cuenta, le van aprendiendo las mañas del habla. Porque a veces el río se hace el remolón. Haraganeando se detiene a conversar en las acequias y los charcos”. (11-12)

 

“A lo lejos ya pregoneaban las champuceras y mazamorreras. Dentro de unos instantes, empezaría el pregón que se oía exclusivamente en Malambo, a la hora cuando se amansan las tareas en las chacras vecinas y los peones secretean vedándose la boca con media mano, no sea que al Rímac le diera por informar lo que ofertaban: Melón dulce, casera, naranjiiitas, peros, peritos más ricos que la miel, sandías; en voz baja, caserita, traigo de lo mejor, cómpreme usted, puros frutos hurtados al descuido de los caporales de las haciendas”. (130).

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